Parece que el ser humano es experto en sacar leña del árbol
caído o dicho de otra forma, experto en criticar y juzgar los errores ajenos y
a la vez pregonar que él lo hubiera hecho mejor o no hubiera cometido los
errores que otros cometieron, cuando la realidad es que nunca lo han intentado
ni lo intentarán.
Esta actitud pasa en la familia, en la empresa, en las
instituciones educativas, en la vida política y en casi todos los aspectos de
la vida.
Ante el árbol caído descubrimos corazones muy distintos. El
árbol caído está ahí, al alcance de todos. Cualquiera puede llegar para
arrancar sus ramas, partir su tronco, usar su leña para el fuego o para las mil
posibilidades de la carpintería.
Llama la atención lo que pasa por ejemplo en una institución
cuando un compañero o hermano o una autoridad se equivocan. En lugar de ser
solidarios y buscar soluciones al problema o sugerir formas de evitar que se
repita el error, se ensañan en criticar, en acusar y en manifestar abiertamente
que ellos mismos no hubieran cometido tal error, lo cual enrarece el ambiente y
afecta la convivencia social y por supuesto, no soluciona ni mejora nada.
Parece que es mucho más fácil hacer leña del árbol caído que tumbar el árbol.
Es fácil arrojar piedras sobre quien está caído. Es fácil
señalar con el dedo a quien, desde un puesto público, pudo haber tenido un mal
momento. Es fácil, sobre todo, inventar acusaciones, promover rumores, sacar a
relucir historias del pasado difícilmente comprobables, con tal de destruir la
reputación de una persona que resulta incómodo.
Es triste ver a quien se alegra de la derrota ajena. Es
triste, sobre todo, ver cómo algunos disfrutan y se ensañan cuando los que caen
son gente de valor. La prensa destaca con titulares el escándalo de alguna
persona, muchas veces sin comprobar si la noticia es cierta. Escritores famosos
o simples lectores preparan cartas llenas de rabia, como quien ha encontrado un
signo de victoria, un trofeo que lucir y con el que desacreditar a las personas
que no pueden encarar personalmente.
Estas conductas, poco solidarias, no son exclusivas de una
institución, en toda disciplina, profesional o no, se dan similares actitudes.
El viejo refrán "Hacer leña del árbol caído", des afortunadamente, se
mantiene vigente.
NOTA ESPECIAL:
NOTA ESPECIAL: